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 Bodega El Pego, Zamora  

La sociedad Coral Duero encargó la construcción de una pequeña Bodega, situada en la localidad de El Pego en la Tierra del Vino de la provincia de Zamora, a los arquitectos Francisco Somoza y Lourdes Pedrero. El lugar y las edificaciones próximas no condicionaban en exceso la propuesta. La ilusión por elaborar un buen vino y ajustar todas las soluciones a un presupuesto razonable eran las principales preocupaciones de los promotores.

El programa funcional necesario en atención a los requerimientos técnicos precisos para la producción estimada sirvió de base para establecer las superficies necesarias para cada una de las dependencias. El programa es muy elemental y responde a las necesidades mínimas que exige la lógica articulación de los diversos espacios. En el interior se alojan las instalaciones básicas para la elaboración del vino, la administración y la representación de la bodega. La organización de las mismas se planteó con el fin de lograr la mayor racionalidad en el establecimiento de las comunicaciones precisas entre los distintos espacios.

El establecimiento de una relación significativa del edificio con el entorno fue, una vez determinado el programa, la principal inquietud. Las alternativas eran: soterrar las instalaciones y hacerlas “desaparecer”, o bien plantear un edificio que se presentara con un cierto atrevimiento, sobreponiéndose al lugar y contribuyendo de este modo a su puesta en valor.

Sencillez de formas

El proyecto se decantó por la segunda posibilidad. Las dimensiones del edificio, desproporcionadamente grandes, con respecto a la tipología residencial, no permitían aludir, en lo que se refiere a los sistemas constructivos, estructurales o formales, a las soluciones que nos ofrecía la arquitectura tradicional. Por ello se plantearon una actuación autónoma que aparece en el paisaje como una pieza volumétrica y formalmente sencilla, independiente y emplazada en la parte más alta de la colina sobre la que se asienta el caserío del pueblo.

La condición abstracta, y en cierto modo, aleatoria de los cerramientos de las pequeñas propiedades rurales y los muros de tapial de la arquitectura de “siempre” ayudaron a decidir las características del conjunto. El edificio está formado por un sistema de muros paralelos, solapados en la fachada occidental, con la doble finalidad de fragmentar el volumen aparente, eludiendo la monotonía con la que habitualmente se presenta en el territorio un edificio industrial de estas características y contribuyendo, por otra parte, al mantenimiento equilibrado de las condiciones térmicas necesarias para la crianza, reduciendo, al mismo tiempo, el apoyo necesario de los sistemas de climatización artificiales.

El planteamiento general es de gran sencillez, permitiendo, por sus características (organización de funciones, diseño estructural y sistemas constructivos empleados), la posibilidad de llevar a cabo la ampliación de las dependencias, sin que ello represente una variación esencial en el planteamiento arquitectónico del conjunto y manteniendo la normalidad funcional en los procesos de elaboración y embotellado.

La estructura del edificio está compuesta por un sistema de elementos portantes de perfilería de acero y armaduras de cubrición formadas por vigas de madera laminada, sobre las cuales se apoyan las correas que soportan un doble panel con aislamiento intermedio de alta densidad, con el fin de mantener la estabilidad térmica en las salas de crianza y almacenaje.

Actuación natural

Para reducir el impacto negativo de una cubierta inclinada con las pendientes normales de la zona, proyectamos una cubierta prácticamente plana, con el fin de reducir su presencia formal. Todos los muros se realizaron mediante la utilización de bloques de Termoarcilla y exteriormente se revocaron con morteros naturales de color tierra rojiza. En el tratamiento de los espacios exteriores se consideró el entorno próximo mediante una actuación natural en la que se respetó la topografía original, ajardinando todos los terrenos adyacentes y plantando especies arbóreas autóctonas.

La urbanización se redujo a la construcción de accesos y aparcamiento de vehículos, precisos para el normal funcionamiento de las instalaciones, estableciendo dos entradas al recinto, una por la fachada occidental, en la que se ubica el acceso principal, para vehículos de visitantes, y otra por la zona posterior (fachada oriental), para los vehículos pesados que desarrollan los trabajos de carga y descarga para el abastecimiento, necesario para la elaboración y la distribución.

El cerramiento de la finca en la que se encuentran las instalaciones se realizó levantando tapias de idénticas características a los muros de la edificación, que se desdoblan y se solapan en las zonas de acceso.

Ficha técnica

Más información:

 

 

   
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